EXTRAIDO DEL BLOG DE MAR BENEGAS (ESCRITORA Y POETA)
EL HILO POETICO
El poético es un territorio que pertenece a la infancia. No es
posible separar los primeros años de la vida de la poesía. La
infancia vive en la poesía y en la poesía crece. Sin
entenderla, sin cuestionarla. La vive con el cuerpo y con el
alma.
Hay un
hilo, indestructible pero fino como la seda,
invisible, un hilo
que es un cántico, una música que hace
bailar a las piedras y latir a
los corazones. Es la voz de todo lo que somos y todo lo que fuimos, es
la semilla de la palabra mágica, de la palabra gasa, de la palabra danzante.
Ese hilo llega de atrás, de mucho antes, del lugar de todo lo posible. Allá
donde se teje la memoria, la propia y la colectiva.
Ese hilo es una semilla.
Comienza a latir en el momento en que la vida prende en el vientre recién
habitado de una futura madre. Ese ritmo primigenio es el padre del tiempo: el
latir del corazón del que luego nacerán los segundos.
Lo primero que escucha el bebé es un poema.
Una rima que construye su memoria mientras le recita su
historia: pum-pum, pum-pum. Las voces de afuera
acompañan. Donde todavía no hay razonamiento (la razón y la mente llegan mucho
más tarde), ni hay luz, ni nada se necesita, lo que
arropa es el ritmo, la voz y el cuerpo de la madre. Un
mundo de agua donde suena una música infinita.
Al
nacer nos recoge de nuevo un cuerpo, cálido, que nos acerca a su piel
y nos alimenta. ¿Será por eso que el alimento nace tan cerca de aquel latido
que nos acompañó 9 meses?, ¿para seguir escuchando esa música infinita que todo
lo calma?
Eso es
la poesía, un lenguaje que llega mucho antes de la conciencia. Que nos consuela
y estremece, un lenguaje de afecto y misterio. Una pequeña luz que se enciende
en mitad de la oscuridad.
Pero el lenguaje es algo infinito, nunca se termina de
conquistar, y complejo también. Así que la infancia, mamífera y, por tanto,
lúdica, aprende a manejarse en la realidad del lenguaje como en toda realidad
circundante: jugando, experimentando y relacionándose simbólicamente con ella.
Ese lenguaje que permite que la silla sea un caballo o la mesa una cabaña, ese
lenguaje flexible, que nos hacer reír, jugar, aprender y sentir.
Por eso es tan importante que tomemos conciencia de la necesidad
de ofrecer palabras de verdad, para que puedan defenderse. Ser conscientes,
nosotras, personas adultas, que el lenguaje es poder y como tal es usado por el
sistema para adormecer o someter. Para contrarrestar, no olvidemos lo que
escribió Octavio Paz: “las
redes para pescar palabras están hechas de palabras”.
La infancia necesita el lenguaje, jugarlo, aprehenderlo y, por tanto, nos
necesita para poder nutrirse de él. El alimento de su
pensamiento, de su alma, pasa por las palabras que pongamos a su alcance.
TEJER POESÍA EN FAMILIA
Podemos regalarnos libros de poemas, y leerlos poco a poco. Por
ejemplo, aquí unas gotitas en verso que nos han inspirado…
“Por eso aquí,
queridas familias os acercamos también los títulos que con tanto cariño
compartimos tanto en el aula, como en nuestras últimas tertulias del curso,
bueno, algunos ya habían llegado a nuestros oídos como vuestros favoritos y que
mejor que entre todas podáis imaginar y volar juntas por el universo marino,
terrestre o celestial de las palabras, en compañía de aquellos que más os
quieren.
Poesía, relato,
cuento, álbum ilustrado, una piedra en el camino o una ola en el mar… todo son
historias que encuentran su sentido en el corazón de cada una de vosotras,
familias meloneras”.
Y estos son varios
cuentos, que les fue gustando a vuestras criaturas, cuando estuvieron con
nosotras compartiendo un trocito de ellas mismas, en La Melonera.